Comenzamos nuestra visita en la Plaza de la Caldera, donde hay unas vistas impresionantes. Desde ahí nos dirigimos a la parada por excelencia en Oia: fotografía las tres cúpulas azules, la postal de Santorini. Comenzamos a perdernos por las calles estrechas y fachadas blancas, disfrutando del encanto de cada rincón y las vistas del acantilado.
Posteriormente llegamos a los restos del castillo bizantino de Oia. Se encuentra en la zona más alta. Lo más interesante, a nuestro juicio, no son los restos en sí pues queda poca cosa, sino las vistas tan maravillosas de la caldera y el pueblo enclavado en el acantilado, así como sus molinos que se pueden ver justo en frente.
Dicen que la puesta de sol es mágica… aunque nosotros no pudimos verlo en esta ocasión.